Requiere de arduo trabajo criar hijos según el plan de Dios. Pero es mucho más duro, en todo sentido, no hacerlo.
“En toda labor hay fruto…” Proverbios 14:23
“…Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te ponder…” Mateo 25:23
“Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; mas no se apresure tu alma para destruirlo.” Proverbios 19:18
“Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma.” Proverbios 29:17
“Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.” Efesios 6:4
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” Gálatas 6:7
Todos estos pasajes nos llevan a una simple pero gran conclusión: Los padres que tenemos hijos pequeños, tenemos mucho poder sobre el futuro de nuestros hijos.
Nunca he visto a un padre tener el deseo genuino y la humildad necesaria para obedecer los principios bíblicos y que sus hijos no crezcan a ser verdaderos discípulos de Jesus. Por favor, no asumamos que un día nuestros hijos se van a perder al mundo. Luchemos con todo lo que tenemos, especialmente a su temprana edad, para hacer de ellos todo lo que Dios quiere de ellos. No nos olvidemos que estamos en una lucha: los principios bíblicos vs. el enemigo y la carne. No desistamos. En una pelea, alguien tiene que ganar. Aseguremos que el plan de Dios sea el que triunfe. Según los versos anteriores, está a nuestra disposición.
Mas rápido de lo que nos imaginamos, vamos a cosechar buen fruto si somos fieles en seguir la guía de Dios. Una de las recompensas más grandes de un padre es ver a sus hijos seguir a Cristo con todo corazón. Esto sucede pocas veces por pura ‘casualidad.’ Sucede, sin falta, de acuerdo a la dedicación, compromiso y trabajo de los padres.
La madre que se esfuerza en dotar a sus hijos con buenos hábitos
asegura por sí misma días de felicidad y tranquilidad. – Charlotte Mason
¿Tienes hijos mayores y no has hecho un buen trabajo?
¡HOY es el día de empezar hacer las cosas bien!
Reconoce tu falta. Ante Dios, primero. Descárgale tu corazón a Él, y ruégale que te de la sabiduría, la fuerza y la paciencia para hacer los cambios necesarios.
Háblalo con tus hijos. Pídeles perdón. Esta no tiene que ser una sesión triste y mucho menos trágica. De lo contrario, que ellos miren tu entusiasmo de querer hacer las cosas bien, para honrar a Dios y para darles un futuro feliz a ellos.
Da el primer paso, bien firme. Al enemigo no le va a gustar que ahora vayas a estar en su contra. El te va a querer desanimar y confundir. Llénate de las promesas de Dios. No mires atrás.
Ten fresca la visión de una familia que vive en harmonía, que trabaja duro y que ama y sirve a Dios de todo corazón. Si algo que dices o haces no va de acuerdo a esta visión, ¡haz un cambio inmediato!
Recuerda, nunca es tarde para comenzar hacer las cosas bien. Las recompensas son más de lo que podemos pedir o imaginar.
Fotos por sean dreilinger y [ ben ]