Al finalizar el verano del 2009, una amiga hizo el reto de leer la Biblia en 90 días.
Tomé el reto. Y aunque leo mi Biblia desde hace más de 20 años, nunca la había leído con tanto ímpetu. Me tomaba una hora y media leer la porción del día.
Antes de tomar este reto, mi vida pasaba por temporadas donde encontraba todo tipo de excusas para descuidar mi tiempo a solas con Dios. Era una lucha constante. Lo quería hacer. Sabía que era bueno. Miraba el gran beneficio al hacerlo. Pero tarde o temprano, lo descuidaba. Cuando venían las consecuencias, me volvía a esforzar para cumplir con mi lectura diaria y luego volvía a comenzar este ciclo vicioso.
Logré leer toda la Biblia en 100 días y mi vida ya no es igual. Estar expuesta tan intensamente a la Palabra de Dios transformó mi vida – ya no me imagino un día sin el alimento necesario de las Escrituras.
Ahora entiendo con más claridad el regalo de la salvación. Comprendo un poco más sobre el carácter de Dios, mi Padre Celestial. Concibo mejor como debe ser mi caminar diario como hija de Dios y Su propósito para mi vida.
Adquirí un muy buen hábito al leer la Biblia por más de una hora por el transcurso de 100 días. Eran aproximadamente 15 capítulos diarios. Esto fue crucial en mi vida. Tenía que escarbar cada minuto que podía para apartarme con mi Biblia a leer. ¡Y lo disfrutaba tanto!
Actualmente estoy leyendo la Biblia de principio a fin, otra vez. El haberme esforzado tanto en hacer el tiempo para mi lectura me lo facilita ahora en gran manera.
Cada mañana, antes que mis hijos se levanten, mi esposo y yo nos sentamos en nuestro comedor y cada quien lee su Biblia. Hay silencio y quietud, pero nos estamos nutriendo para el día y para la vida. Mi vida no podria funcionar bien ni pudiera hacer todo lo que hago si no fuera por mi dosis diaria de La Palabra de Dios.