Yo tengo un hijo que es difícil…para mí. Su personalidad es muy diferente a la mía. Y aunque es muy talentoso e inteligente, hay áreas en su carácter que le hacen falta mucho trabajo (yo tengo mucha responsabilidad de este arduo e importante trabajo).
La combinación de su personalidad, sus malas actitudes, su muy limitado paladar y completa falta de paciencia crearon, hace días, una gran fricción en mi relación con él. Esto me ha provocado perder mi paciencia (¿me pregunto si él lo aprendió de mi?), enojarme mucho con él, regañarlo mucho, y subirle la voz.
Nuestra mala relación estaba algo fuera de control cuando Dios me comenzó a poner un gran peso en el corazón: es mi RESPONSABILIDAD y TRABAJO reconciliar esta mala relación, mostrarle verdadero amor incondicional y pedir perdón.
No ha sido fácil, pero creo que hemos avanzado bastante. Dios me ha permitido ver y apreciar otras áreas de carácter en las cuales sí sobresale (por estar enfocada en lo negativo, yo no las podía apreciar). También me ha tocado humillarme ante él y pedirle perdón por mi falta de respeto a su persona.
Recientemente fuimos al retiro anual de nuestra iglesia. Toda la familia, mi esposo, yo y los cincos niños nos quedamos en un solo dormitorio. La dinámica no fue difícil, ya que por la emoción, todos los niños estaban cooperando, incluyendo el bebé de un año.
Pero la segunda noche, mi hijo, del cuál estoy hablando, estaba muy incómodo. Por estarse agitando toda la noche, tenía su nariz congestionada. Claro, esto no tenía nada que ver con un mal comportamiento, pero como fue al final del día, y varias malas reacciones y actitudes se le habían acumulado, yo perdí toda paciencia. Mi esposo estaba bien dormido, así que me tocó lidiar con él sola.
No fue nada agradable. Fui muy pesada con él. Le quería ayudar, pero como sentía que no cooperaba (él se sentía muy mal físicamente) me desesperé. Al final, ya ni me acuerdo que tanto le dije, lo mandé a a costar y no le presté más atención. Creo que ambos estábamos tan cansados que nos dormimos.
En la mañana me deserté contenta que él no me había seguido desvelando. El estaba mucho mejor porque descansó lo suficiente.
Días después, ya en casa, yo pasé un par de malas noches por congestión en la nariz. Claro, lo único que pensaba era en esa noche del retiro. Una vez más, me di cuenta que tan mala y terrible madre había sido. Mi hijo solo necesitaba aliento, ternura, cuidado. Le di lo opuesto.
Así que en cama yo misma, me puse a orar. Le pedí perdón a Dios por fallar, una vez más, con este hijo. Y le di gracias por una oportunidad más de hacer las cosas mejor.
Una vez más, le pedí perdón a mi hijo por fallarle. Él, como siempre, responde con mucha ternura y cariño.
Le continúo dando gracias a Dios porque puedo traer mis errores y líos a Él. Me encantaría ser la mamá que nunca hace nada para dañar a sus hijos, pero no puedo. Éstos momentos de quebrantamiento me ponen en el lugar donde debo permanecer: a los pies de Dios, dependiente completamente de Él.

Hola que decir tengo cuatro hijos y son seguidos y exactamente me sucede lo mismo a veces no son ni las diez de la mañana que ya con mi hijo lo he retado y siento que todo lo hace difícil. Lo amo y Dios me ayude con el
Querida Maru,
Dios es tu fortaleza y ejemplo como PADRE. Le misma relación que experimentas con Dios, llévala con tus hijos. No es fácil, pero si eres determinada, pronto verás cambios positivos y de deleite.
Yo tengo 5 hijos, menores todos de 9 años.
Hace años decidí qué tipo de cultura quería vivir en mi hogar: paz, armonía (mis hijos se llevan muy, muy bien entre ellos), trabajo duro, servicio unos a otros. Cuando tienes los objetivos claros, te da ánimos y entusiasmo para seguir…aún con los chicos difíciles. Un abrazo!!