Por Charlotte Seims
«Fue el mejor de los tiempos. Fue el peor de los tiempos …» Así comienza la novela épica de Charles Dickens, Historia de Dos Ciudades.
Yo lo entendía bien. Tener cuatro niños menores de cuatro años de edad era a la vez alegre y muy cansado.
Mi primer embarazo había terminado en aborto involuntario. Angustia y meses de infertilidad, una cirugía y la declaración de un médico que no sabía si alguna vez podríamos tener hijos terminaron con un ultrasonido que mostró un embarazo sorpresa. Esos recuerdos más tarde me ayudaron a hacer frente con los pañales sin fin y biberones por doquier, cuando me decía a mí misma: «¡Prefiero estar haciendo esto que NO tener hijos!»
Tuvimos dos hijos y dos hijas y a veces me sentía como la mujer más bendecida de este mundo. Con excepción de los momentos en los que estaba agotada de los desvelos y la lavada de ropa, y cuando tomaba el camino de la auto-compasión y me cría el mito de que esto iba a durar para siempre. Te aseguro que los bebés y niños pequeños crecen.
Finalmente dejamos que el peor de los tiempos se apoderara de nosotros. La decisión fue tomada, mi esposo se haría una vasectomía. Me sentí devastada, pero algo aliviada. Sabía que algún día esos cuatro niños de edades 1, 2, 3 y 4 se irían todos de la casa casi al mismo tiempo y eso me incomodaba. Pero todo el mundo nos aconsejó que «nos arregláramos» (en realidad es «descompusiéramos»), así que lo hicimos.
No pasó mucho tiempo para darme cuenta de que había sido un error. Leí en alguna parte que un médico ha escrito un libro que indica que prácticamente todos los que se esterilizan lo lamentan en un momento u otro. La idea de no poder tener más bebés – nunca – me puso muy triste. No me quejé con mi esposo ni le pedí más hijos. Yo solo oraba (y lloraba a veces).
Después de un año y medio, mi marido tuvo una experiencia espiritual personal que incluía el compromiso de dejar que Dios decidiera el tamaño de nuestra familia. Él y un amigo viajaron a Chicago, donde tuvo una segunda cirugía, una reversión de la vasectomía. Estas son sus historias a contar, y algunas de ellas son muy divertidas.
Once meses más tarde, el primero de ocho de nuestros bebés de la reversión nació.
Sí, han habido problemas y luchas financieras. Pudiera contar historia tras otra de la provisión milagrosa. También podría contar de todas las veces que yo innecesariamente me estresé a causa de mis pensamientos y creencias falsas. Pero Dios en su misericordia, guía con cuidado a las personas con hijos chicos, y esta ha sido mi historia durante 29 años y aun lo es.
Tengo cincuenta y dos años de edad y he estado alrededor de la cuadra un par de veces – se mis cuantas cosas. Me doy cuenta de que los antecedentes de las personas y las circunstancias dan forma a sus experiencias y opciones de tener hijos. Sólo estoy compartiendo la perspectiva de mi propia experiencia:
No importando cuántos hijos tenía, no importando qué tan cerca entre sí eran y de lo difícil de las circunstancias, nunca nos arrepentimos de tenerlos. Yo podría haber estado con miedo de pensar en tener otro o de estar embarazada, pero no me arrepentí del bebé una vez que estaba en mis brazos. Nunca.
Hasta ahora hemos aportado seis ciudadanos extraordinarios. Estimada lectora, eso es un montón de dinero en impuestos aportados al gobierno. Tenemos una maestra que fue nombrada maestra del año en su escuela el año pasado (ahora está en casa de mamá), tenemos un director del ministerio estudiantil de una universidad estatal, tenemos un director del programa YMCA, tenemos uno haciendo la práctica de ministerio universitario, tenemos una fotógrafa / música (ahora está en casa de mamá) y un oficial de la ley. Solo nos quedan seis mas.
Cada uno de nuestros hijos son personas. Son individuos. No un rebaño. Amamos a cada una de ellos tanto como los padres aman a su único hijo.
Nuestra vida de familia numerosa no es salvaje ni sucia ni caótica, contrariamente a la creencia popular. No estoy diciendo que no haya familias grandes por ahí con ese tipo de vida. Hay familias pequeñas por ahí con ese tipo de vida, también. De hecho somos bastante tranquilos, tenemos una casa más limpia que muchas personas que no tienen hijos, y nos divertimos mucho juntos. Es una vida maravillosa.
Yo no fui a la cama una noche y me desperté con doce hijos. Tuve uno a la vez así que pude ir creciendo como madre y como persona. Realmente no parece que tenemos tantos. Bueno, excepto cuando todos los veintiuno están en casa. Y las cifras sólo van a aumentar.
Los niños son adultos la mayor parte de sus vidas. Los niños pequeños llegan a ser hombres:
Las niñas llegan a ser las mujeres:
Así que esta es nuestra historia. Nosotros no somos miembros de alguna denominación de iglesia que se conocen por familias numerosas. Nuestra familia numerosa es el resultado de una experiencia espiritual muy personal (y por supuesto, otras experiencias muy personales).
Estamos muy agradecidos de tener seis hijos todavía en casa. Otro deja el nido este verano para irse a la universidad. Eventualmente no tendremos hijos en el hogar, pero me imagino que será bastante raro estar sola en casa.
El mejor de los tiempos, el peor de los tiempos – esto describe la vida familiar de cualquier persona. Pero permítanme decirlo para que conste: No me arrepiento de tener doce hijos.
Charlotte Siems ha estudiado la administración del hogar por más de 30 años. Ella cree que el hogar debe ser siempre un lugar cálido, acogedor y hermoso para el cuidado y fortalecimiento de sus seres queridos mientras ellos hacen sus tareas del mundo de afuera. Charlotte cimienta una casa acogedora con un presupuesto ajustado y crea recuerdos con tradiciones de las épocas, tambien ha fomentado un amor por el aprendizaje en sus hijos y ha mantenido un matrimonio saludable. Ella vive en Oklahoma con su familia, donde aún educa en el hogar a los seis menores de sus doce hijos.
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Tremendo tener tantos hijos muchas bendiciones que nos traen cada uno de ellos.