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Tu bienestar mental, emocional, espiritual y físico depende muchísimo del lenguaje que utilizas. 

¿Cómo te hablas a ti misma?

¿Cómo te refieres de tu esposo?

¿Cómo te expresas cuando estás frustrada, ansiosa o enojada?

¿Cómo hablas de los demás?

Te comparto uno de los primeros principios que abordamos con mis clientes de coaching: 

«lo que hago cada día determina lo que permanece en mi vida»

¿Qué significa? Que la esencia de lo que estoy diciendo es lo que va a ser realidad en mi vida. Si me quejo de algo, eso mismo es lo que persistirá en mi vida. Si me enfoco en las soluciones y bendiciones, entonces obtendré más de ellas. 

Por eso el Apóstol Pablo nos dijo muy puntualmente, pensemos (y hablamos) acerca de todo lo que es verdadero, lo que merece respeto, lo justo y lo bueno, lo que tiene virtud, lo que es agradable y merece ser alabado (Fil. 1:8 TLA). 

¿Pero qué hacemos cuando las cosas están realmente mal? 

Quiero que pienses por un momento cómo luciría tu vida si solo pensaras y hablaras acerca de las soluciones y bendiciones que ya tienes en tu vida. ¿Vale la pena? Hazle un ajuste a tu lenguaje hoy, escoge tus palabras impecablemente y verás como impacta cada aspecto importante de tu vida.

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