Un hombre salió de su casa para admirar su nuevo carro.
Para su asombro, su hijo de tres años de edad estaba feliz golpeando con un martillo en la pintura brillante de la nueva camioneta.El hombre corrió hacia su hijo, lo tiró al piso, y le golpó las manos del niño pequeño con el mismo martillo como castigo.
Finalmente, el padre se su insensatez y se apresuró a llevar a su hijo al hospital. Los médicos trabajaron en las heridas, la recuperación sería muy lenta y dolorosa.
Cuando el niño se despertó de la cirugía y vio sus manitos vendadas, inocentemente, dijo: «Papá, lo siento sobre el camión. “Te quería ayudar a repararlo, así como a te gusta a tu reparar las cosas.” Luego le preguntó: “Pero ¿qué le pasó a mis manos y por qué estoy aquí?”
Muy difícil dar una respuesta a esas preguntas inocentes y sinceras. Esto nos debe quebrantar, por que quizá no sean manitos las que hemos dañado, sino corazones. Piensa en esta historia la próxima vez que alguien te cause algún daño o cuando desees tomar venganza. Piensa primero antes de perder la paciencia con alguien a quien amas. Los carros se pueden reparar. Los huesos rotos y heridas emocionales a menudo no pueden ser reparadas.
Con demasiada frecuencia, no somos capaces de reconocer la diferencia entre la persona y el rendimiento. Nos olvidamos de que el perdón es superior a la venganza.
Moraleja de la historia:
La gente comete errores. A todos se nos es permitido cometer errores. Sin embargo, las acciones que tomamos mientras estamos enojados nos perseguirán para siempre. Haz una pausa y reflexiona. Piensa antes de actuar. ¡Se paciente! Perdona y olvida. Ama a uno, ama a todos.
foto por dopeylokPor tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Filipenses 2:1-4
