Un día conversaba con un señor que se regresaba a vivir a sur América, a La Paz, Bolivia. Yo le preguntaba si no le afectaba la altura de esa ciudad y el frio en el invierno. Luego otra amiga comentaba que ella había vivido en México, también comentado lo diferente que esa ciudad en comparación a la que vivimos. Yo les decía que no creía poder vivir en un lugar tan frio. Al estar platicando de las diferencias, el señor hizo un comentario que me quedo resonando en la cabeza:
LOS HUMANOS SOMOS SERES ADAPTABLES.
Tenía tanta razón. A la verdad, nunca he visto a alguien verdaderamente sufrir porque vive en un lugar distinto a lo acostumbrado. Conozco personalmente la nostalgia, y también se que a ciertas personas se les hace difícil dejar sus raíces. Pero nunca he visto que alguien sufra severamente por algún cambio en su entorno. La gente se adapta. Todos nos adaptamos.
Este invierno, mi familia hizo un viaje el norte. Gran parte del entusiasmo era que posiblemente miraríamos nieve. Y aunque yo quiera ver la nieve, tenía mucha más preocupación de cómo mis hijos reaccionarían al cambio tan drástico de clima. ¿Qué tal si no quieren usar todos los suéteres y abrigos que se tienen que poner? ¿Cómo iba a estar tanto tiempo mi hijo de casi 2 años con una gorra y guantes, sin desesperarse y quitárselos? ¿Qué tal si no les gustaba la nieve? ¿Qué tal si se enferman? En fin, yo estaba muy afligida por el bien estar de ellos en un lugar climáticamente diferente a lo conocido.
Cuando llegamos a nuestro destino, efectivamente, la ciudad estaba cubierta en nieve. Al segundo día de estar ahí, salimos a pasear en trineo. Mis hijos fueron los primeros. No querían ni compartir su turno de lo felices que estaban. Mi hija de casi cuatro años jugaba en la nieve como que si toda la vida hubiera vivido allí. Mi hijo nunca se quito sus boinas ni guantes. De lo contrario, cada vez que íbamos a salir, el mismo me traía todos sus abrigos. Nunca se los quiso quitar y ni se quejo de ellos. Y me acordé:
¡SOMOS SERES ADABPTABLES!
De igual manera que nos adaptamos a cambios de clima también así nos adaptamos fácilmente a cualquiera cosa que nos rodea. ¿Qué amistades me rodean? Me voy a adaptar a sus costumbres fácilmente. ¿Qué música escucho, o que mensajes son los que están entrando regularmente a mi mente? Fácilmente me voy a adaptar y eso es lo que voy a estar pensando. ¿Qué libros leo? ¿Qué programas de televisión veo? ¿Qué tipo de gente tengo a mí alrededor?
Es importante meditar en las respuestas a todas estas preguntas. Pero más importante es hacer los cambios necesarios. Si no, nos vamos a adaptar y en poco tiempo podemos perder el discernimiento de lo bueno y lo malo.
Pidámosle a Dios que nos de sabiduría y discernimiento para escoger correctamente nuestro ambiente, mientras podemos. Y que no se nos olvide, SOMOS SERES ADAPTABLES. Escojamos el entorno que agrada a Dios y disfrutemos de su verdad y promesas.
