Un mito común sobre las familias grandes es: «¡Es mucho trabajo!» Y en parte, esa afirmación es verdadera, pero el problema es que ese no es todo el cuadro completo. Aunque las familias grandes le dan bastante trabajo, en su mayoría, a mamá, las mismas proporcionan muchos ayudantes para realizar los labores del hogar en equipo y diversión.
El ser humano que aporta al bienestar de otros es una persona segura y feliz. Por eso es necesario que una madre inteligente y sabia se tome el tiempo de enseñar, entrenar y supervisar el desarrollo laboral desde muy temprana edad en la vida de cada miembro de la familia. Quien mira el trabajo como un castigo o como una dura carga de llevar está muy engañado.
El trabajo es un privilegio dado por Dios, y cada persona ha sido dotada no solo con herramientas básicas para realizar trabajos elementales, sino que cada persona posee ciertas habilidades especiales para hacer algunos trabajos mucho mejor que otros. Algunos de nuestros hijos son más organizados que otros. Otros se preocupan más por la limpieza y la higiene. Y otros son muy buenos proveyendo un tiempo ameno durante el momento de trabajo. ¡Utiliza bien las destrezas de cada uno de tus hijos!
No privemos a nuestros hijos de la prerrogativa del trabajo. Ajustemos cualquier ideología humanisitca sobre el trabajo de menores. Es una gran falta y trampa hacia las futuras generaciones cuando no los preparamos para el trabajo.
El mejor lugar para desarrollar una alta ética de trabajo es el hogar. Las mejores personas para instruir y preparar a otros son Papá y Mamá. Los mejores compañeros de trabajo son los hermanos y las hermanas. Promueve la armonía en tu hogar levantando un gran equipo de miembros de la sociedad que son productivos y diligentes.
«…la mano de los diligentes enriquece.» Proverbios 10:4b
