Cuando me convertí en madre y me vine a casa a criar a mis hijos, me encontré en una situación interesante: quería ser feliz, criar a mis hijos con gozo, quería hijos alegres y contentos, una casa limpia, comida sabrosa en la mesa y un ambiente de harmonía y paz; ¡pero no sabía cómo hacerlo todo y mucho menos hacerlo bien!
Aunque mi propia niñez está llena de buenos recuerdos de mis padres, mis hermanos y nuestro hogar (y por eso tenía cierta base para crear en mi hogar ese ambiente que yo tuve), algunas cosas eran diferentes. Por ejemplo, mi madre tuvo ayuda doméstica (porque en el país donde vivíamos era común) aquí donde vivo es un lujo y yo soy responsable de toda la limpieza y organización. También a mi mama le sobraban las mujeres, jóvenes y solteras que, queriendo entrenarse ellas mismas para ser algún día buenas esposas y madres, ofrecían de su tiempo para ayudarle en la cocina y con nosotros, los niños. Esto tampoco se da en la ciudad donde vivo, bastante se debe al ritmo acelerado de la vida.
¿Qué hacía? ¿Me olvidaba del sueño que Dios me había dado de crear un hogar que fuera el oasis de mi familia? ¿Optaría por lo que el resto hacen: trabajar lejos del hogar, poner a mis hijos en un jardín infantil, pagarle a alguien que me limpie la casa, comprar toda mi comida preparada, etc.?
Realmente nunca he estado dispuesta a conformarme a lo que el mundo ofrece. Si Dios era Dios, y El estaba en su trono, y El ya me había dicho lo que quería de mí – como esposa, madre y ama de casa – entonces El tenía cosas mejores que yo aun no había visto o entendido. Tenía que creerle y tomar un día a la vez.
Todo comenzó con una visión. En mi mente visualice el tipo de esposa que quería ser – serena, espontanea, agradecida y segura; el tipo de hijos que quería –gozos; el tipo de casa que quería – limpia y ordenada; el tipo de ambiente que quería – lleno de harmonía y paz.
Con ese cuadro en mente, comencé a pedirle a Dios ayuda en áreas específicas donde tenía que crecer o cambiar. También he estado alerta y pendiente de otras amas de casa a quienes admiro y sigo su ejemplo. De los cuatro años que tengo de ser madre, no puedo decir que tengo el hogar perfecto. De hecho, Dios me recuerda a menudo que nunca lo voy a tener. Pero sí tengo un hogar mucho mejor que hace 4 años. Y sigo aprendiendo. Mis días están llenos de satisfacción. Definitivamente tengo días pesados y frustrados, pero no los cambio por ninguna otra vida. No hay nada mejor que estar en mi hogar, floreciendo donde Dios me ha plantado.
No quiero perder mi vida en pos de lo terrenal o temporal. Por eso he escogido mi hogar. Me encanta este refrán antiguo,
“La obra más importante que tendrás que hacer será dentro de las paredes de tu propia casa.”
Foto por karenwithak
EXCELENTE REFLEXION KARISA Y ME CONSTA QUE ERES UNA MADRE Y ESPOSA EJEMPLAR, DIOS NOS ENSEÑA DIA A DIA SER MEJORES PADRES Y DEFINITIVAMENTE ESO QUE SEMBRAMOS EN NUESTROS HIJOS SERA LA COSECHA EN EL HOGAR DE ELLOS. SIGUE ADELANTE CON LA AYUDA DE DIOS.
Primero, pido su perdon para mi español – no es mi primera idioma. Y no se como hacer los tildes. Lo siento.
Gracias por esta contemplacion bellisima. Su actitude is uno que necessito trabajar tener en yo mismo. Ya intento tenerlo, por supuesto, pero muchas veces no lograrlo.